domingo, 14 de octubre de 2012

Imágenes estéticas y descripción del espacio

Impresionismo
  1. El techo era una vasta extensión de cristal, con una serie de luces teatralmente dispuestas que emitían su apagado resplandor por todos losnacarados acabados del interior.
  2.  Mientras subía por la escalera mecánica respiró profundamente e intentó poner en orden sus pensamientos. A través del cristal, echó un vistazo a la montañosa forma de la iluminada cúpula del Capitolio, que quedaba justo encima de él.
  3. Aun así, Bellamy abrió las puertas, penetró en la oscura sala y buscó a tientas el interruptor. Al encender la luz, una de las mayores obras maestras de la arquitectura norteamericana surgió ante él como por arte de magia. La famosa sala de lectura era un festín para los sentidos. Un voluminoso octágono se alzaba casi cincuenta metros en su centro, y cada una de sus ocho caras estaba hecha de mármol marrón de Tennessee, mármol crema de Siena y mármol rojizo de Algeria. Al estar iluminado desde los ocho ángulos, no había sombra alguna en la estancia, lo que provocaba la sensación de que la sala misma brillaba.
  4.  Katherine torció de pronto a la izquierda, alejándose del edificio y dirigiéndose hacia la hierba. Al hacerlo, cerró fuertemente los ojos, se tapó la cara con ambas manos y empezó a correr por el césped totalmente a ciegas. Los sensores de movimiento se activaron y el alumbrado de seguridad de la nave 5 se encendió de golpe, transformando instantáneamente la noche en día. Katherine oyó un grito de dolor a su espalda cuando los brillantes focos del suelo abrasaron las pupilas hiperdilatadas de su asaltante con más de veinticinco millones de bujías de luz. Pudo oír cómo se tambaleaba por el lecho de piedras.
  5.  Desconcertada, Katherine se puso en marcha y cruzó el gran vestíbulo detrás del Arquitecto y de Langdon, en dirección a la afamada sala de lectura de la biblioteca, cuyas luces estaban todas encendidas. Bellamy cerró detrás de ellos los dos juegos de puertas, primero las exteriores, luego las interiores.
  6. Ese laberinto de estanterías hubiera sido un digno escondite, pero para ahorrar energía, las luces de la biblioteca del Congreso funcionaban con sensores de movimiento, y la ruta de huida de los fugitivos estaba iluminada como si de una pista de aterrizaje se tratara. Una estrecha y serpenteante guirnalda de luces se perdía en la distancia. 
  7. Bellamy cruzó la habitación en dirección a una puerta de acero. Insertó su tarjeta de acceso, pulsó una serie de botones y la abrió. El espacio que había detrás estaba a oscuras, pero al abrirse la puerta, se activaron los sensores de movimiento y las luces se encendieron con un parpadeo. Cuando Langdon vio lo que había más allá, se dio cuenta de que se encontraba ante algo que muy poca gente llegaba a ver nunca. «Las estanterías de la biblioteca del Congreso.» De repente se sintió animado por el plan de Bellamy. «¿Qué mejor lugar para ocultarse que un laberinto gigante?»
  8.  Dentro del rápido tren, Katherine Solomon se removía con inquietud en el duro asiento de plástico. Los vivos fluorescentes del techo le hacían daño en los ojos, y ella luchaba contra el impulso de dejar que sus párpados se cerrasen, aunque sólo fuera un segundo. Langdon iba sentado a su lado en el desierto vagón, la vista fija en la bolsa de piel que descansaba a sus pies. También a él le pesaban los párpados, como si el rítmico balanceo del tren lo sumiera en un estado de trance.
  9. Langdon y Katherine consiguieron cruzar la explanada y utilizaron la llave de Galloway para deslizarse en su interior justo cuando el helicóptero se cernía de nuevo sobre la catedral, sus focos convirtiendo la noche en día. Ya en el vestíbulo, sin aliento, echaron un vistazo al lugar. Por las ventanas entraba bastante claridad, de modo que Langdon no vio la necesidad de encender las luces y arriesgarse a anunciar su paradero al helicóptero. A medida que avanzaban por el pasillo central, iban dejando atrás salones de actos, aulas y salas de estar.
  10. Langdon alzó la vista y vio las luces giratorias de un vehículo de seguridad estacionado en el camino de entrada. La verja estaba abierta de par en par, y el agente entró como una flecha en el recinto. La casa era una mansión espectacular. Dentro estaban todas las luces dadas, y la puerta principal, abierta. En la entrada, aparcados de cualquier modo y desperdigados por el césped, había media docena de vehículos, que a todas luces habían llegado apresuradamente. Algunos seguían con el motor en marcha y los faros encendidos, la mayoría apuntando a la casa, salvo uno que estaba de lado y prácticamente los cegó al entrar.  
  11. Robert Langdon quedó electrizado ante el portal de cristal, asimilando la fuerza del paisaje que se extendía a sus pies. Tras ascender más de cien metros sin saberlo, estaba admirando una de las vistas más espectaculares que había contemplado en su vida. La reluciente cúpula del Capitolio se levantaba como una montaña en el extremo oriental del National Mall. A ambos lados del edificio, dos líneas paralelas de luz se extendían hacia él; eran las fachadas iluminadas de los museos de la Smithsonian, faros del arte, la historia, la ciencia y la cultura.
  12. Cuando reconoció el lugar, Langdon sofocó una exclamación de sorpresa. Se encontraba sobre una diminuta pasarela alrededor del pináculo de la cúpula del Capitolio. Justo encima de él, la estatua de bronce de la Libertad contemplaba desde lo alto la capital que dormía. La imagen miraba al este, donde las primeras pinceladas rojizas del alba empezaban a colorear el horizonte. Katherine guió a Langdon por la pasarela hasta situarse ambos mirando al oeste, perfectamente alineados con el National Mall. A lo lejos, la silueta del Monumento a Washington se erguía a la luz del amanecer. Desde esa perspectiva, el gigantesco obelisco les pareció aún más impresionante que antes. 
  13. -¡Mira, Robert! -Katherine le señaló la cúspide del monumento.Entonces, fijando más la vista, consiguió ver lo que ella le indicaba. Al otro lado del Mall, un destello diminuto de dorada luz solar resplandecía reflejado en la cúspide del gigantesco obelisco. El punto reluciente no tardó en volverse aún más brillante, centelleando en la punta de aluminio del vértice. Langdon siguió mirando, maravillado, mientras la luz se transformaba en el haz de un faro, que se proyectaba sobre la ciudad sumida en la penumbra. Imaginó las letras diminutas grabadas en la cara oriental del remate de aluminio y comprendió asombrado que el primer rayo de sol que cada mañana incidía sobre la capital del país, día tras día, iluminaba antes que nada dos palabras: «Laus Deo.»
  14. La luz siguió bajando centímetro a centímetro por el vértice del obelisco mientras el sol trepaba por el horizonte, a sus espaldas. Contemplando el paisaje, Langdon casi podía sentir a su alrededor el movimiento de las esferas celestiales, que trazaban sus órbitas eternas a través del espacio vacío. Pensó en el Gran Arquitecto del Universo y recordó que Peter le había dicho que sólo el Arquitecto podía revelarle el tesoro que quería enseñarle. Langdon había supuesto que se refería a Warren Bellamy. «Pero hablaba de otro Arquitecto.» A medida que los rayos de sol cobraban fuerza, el resplandor dorado envolvió en su totalidad el vértice del obelisco. «La mente del hombre, recibiendo la iluminación.» Después, la luz comenzó a bajar poco a poco por el monumento, iniciando el mismo descenso que repetía cada mañana. «El cielo baja a la tierra... Dios conecta con el hombre.» Langdon se dio cuenta de que el mismo proceso se repetiría a la inversa al atardecer. El sol se pondría al oeste, y la luz subiría otra vez de la tierra al cielo..., como preparación para un nuevo día. 
Cubismo
  1. Una sábana de blanca niebla cubría la pista, y al descender hacia el neblinoso asfalto, Langdon tuvo la sensación de sumergirse en un pantano. 
  2. Era un edificio verdaderamente asombroso. En lo alto, a casi cien metros de altura, la estatua de la Libertad escudriñaba la neblinosa oscuridad cual fantasmal centinela. 
  3. Mientras se internaba con Anderson y Sato en las profundidades delCapitolio, Langdon sintió cómo, a cada peldaño que descendía, sus pulsaciones iban en aumento. Habían comenzado su viaje en el pórtico oeste de la Rotonda, luego habían descendido por una escalera de mármol y, tras cruzar un amplio portalón, habían entrado a la famosa cámara que había justo debajo del suelo de la Rotonda. «La cripta del Capitolio.» Aquí el aire estaba más cargado, y Langdon ya sentía claustrofobia. El techo bajo y la suave iluminación acentuaban la robusta circunferencia de las cuarenta columnas dóricas que soportaban el vasto suelo de piedra que tenían encima. «Relájate, Robert.»
  4. Tras cruzar en diagonal la cripta, el grupo entró en un vestíbulo tenuemente iluminado y luego empezó a recorrer una serpenteante maraña de pasillos y callejones sin salida. Esa madriguera de pasadizos estaba repleta de puertas numeradas, en cada una de las cuales había un número identificativo. Langdon los fue leyendo a medida que pasaban por delante. S-154..., S-153..., S-152... 
  5.  Langdon sentía cómo la presión de su claustrofobia iba en aumento acada peldaño que descendía. A medida que se internaban en los cimientos originales del edificio, el aire estaba cada vez más cargado y la ventilación parecía ser inexistente. Las paredes allí abajo eran una dispareja combinación de piedra y ladrillos amarillos.
  6. Era tanto un sótano como un corredor extraordinariamente estrecho y perpendicular a la escalera. Anderson iluminó primero el lado derecho y luego el izquierdo, y Langdon pudo ver que el pasadizo apenas medía unos quince metros de largo y que a ambos lados había una hilera de pequeñas puertas de madera. Esas puertas estaban tan pegadas unas a otras que los cuartos que hubiera detrás no debían de hacer más de tres metros de ancho. 
  7. Langdon no pudo evitar darse cuenta de que el trazado era idéntico al de un mausoleo de catorce tumbas: siete criptas frente a otras siete, una de las cuales estaba vacía para dar cabida a la escalera por la que habían descendido. «Trece en total.» 
  8. Langdon miró en su interior pero no pudo ver nada en la oscuridad. «¿Qué diablos es ese olor?» Del cuarto emanaba un olor fétido e inusual. Anderson se acercó e iluminó el suelo, recorriendo cuidadosamente toda la extensión del árido suelo de tierra. El cuarto era como los otros: un espacio estrecho y largo. Los muros eran de una roca rugosa que le daba a la cámara el aspecto de una antigua celda de prisión. «Pero ese olor...» (cubismo)
  9. La calavera descansaba encima de un desvencijado escritorio de madera que había al fondo de la cámara. Junto a ella se veían dos huesos humanos y una serie de objetos meticulosamente dispuestos, como si de un santuario se tratara: un antiguo reloj de arena, un frasco de cristal, una vela, dos platillos con un polvo blancuzco y una hoja de papel. Apoyada contra la pared, junto al escritorio, se podía ver la temible forma de una larga guadaña. La curva de su hoja resultaba tan familiar como la de la misma muerte.
  10. Al llegar a lo alto de la escalera, los dos hombres accedieron a un amplio vestíbulo decorado con mármol italiano, estuco y pan de oro. Rodeaban el vestíbulo ocho pares de estatuas, todas de la diosa Minerva. Bellamy siguió adelante, guiando a Langdon por un corredor abovedado, hasta llegar a una sala mucho más grande. Incluso con la tenue iluminación nocturna, el gran vestíbulo de la biblioteca poseía el esplendor clásico de un palacio europeo. A unos veinte metros de altura se podía admirar una serie de vitrales soportados por vigas adornadas con «pan de aluminio», un metal antaño considerado más valioso que el oro. Por debajo, una majestuosa arcada de pilares dobles descendía hasta el balcón del segundo piso, accesible mediante dos magníficas escaleras cuyos postes soportaban unas gigantescas figuras femeninas de bronce que portaban las antorchas de la iluminación.
  11. Un segundo agente encontró el panel de interruptores y sumió la sala en la oscuridad. Al mismo tiempo, los cuatro hombres se pusieron sus cascos de visión nocturna y se ajustaron los visores a los ojos. Permanecieron inmóviles, inspeccionando la sala de lectura, que ahora veían en luminiscentes formas verdes. 
  12. En un tranquilo vecindario al oeste de Embassy Row, en Washington, existe un jardín tapiado de estilo medieval cuyas rosas, se dice, nacen de plantas que datan del siglo xn. El cenador del jardín, conocido como Shadow House, se yergue con elegancia en medio de meándricos senderos de piedra extraída de la cantera privada de George Washington. De repente, el silencio de los jardines se vio roto por un joven que atravesó corriendo la puerta de madera.
  13.  En Melancolía /, una figura pensativa provista de enormes alas estaba sentada ante una construcción de piedra, rodeada de la más dispar y extraña colección de objetos imaginable: una balanza, un perro famélico, instrumentos de carpintero, un reloj de arena, varios cuerpos geométricos, una campana, un angelote, un cuchillo, una escalera.
  14. -Espera... mira. -Langdon señaló una sombra negra que empezaba a materializarse a su izquierda, en la hierba. En un principio era un manchón amorfo, pero aumentaba de tamaño rápidamente, avanzaba hacia ellos, cada vez más definido, más y más de prisa, se ensanchaba y finalmente se convertía en un enorme rectángulo negro coronado por dos agujas altísimas-, ¡La fachada de la catedral bloquea el reflector! -exclamó. 
  15. Sato le indicó a Langdon que la siguiera y así lo hizo él, arrastrando lentamente los pies por un pasillo estrecho que se adentraba en las profundidades de aquella extraña guarida que ahora veía por primera vez. Entraron en una habitación cuadrada, con una mesa de piedra y una iluminación espectral.
  16. poco más de quince kilómetros de distancia, Mal'akh arropó a Peter Solomon con la manta y lo empujó sobre la silla de ruedas a través de un aparcamiento iluminado por la luna, hacia la sombra de un edificio enorme. La estructura tenía exactamente treinta y tres columnas exteriores, cada una de las cuales medía treinta y tres pies exactos de altura.6 El colosal edificio estaba vacío a esa hora de la noche y no había nadie que pudiera verlos, aunque en realidad daba lo mismo. 
  17. Las puertas de bronce se abrieron y Mal'akh contempló la gloriosa cámara que se abría ante ellos. El vasto espacio cuadrado, adornado con diversos símbolos, resplandecía a la luz de la luna, que se derramaba por el óculo abierto en lo más alto de la cubierta.
  18. Dominado por ocho columnas dóricas de granito verde, el vestíbulo parecía un sepulcro híbrido (medio grecorromano y medio egipcio), con estatuas de mármol negro, lámparas colgantes en forma de cáliz, cruces teutónicas, medallones con fénix bicéfalos y candelabros de pared adornados con la cara de Hermes.
  19. Langdon sintió de inmediato que el lugar donde se encontraban, fuera lo que fuese, no tenía nada que ver con el mundo al otro lado de las puertas de seguridad. El aire era húmedo, gélido, y olía a encierro, como el de un sepulcro. Tenía la sensación de estar en un espacio pequeño, rodeado de gruesas paredes. Sintió avecinarse un acceso irracional de claustrofobia.
Surrealismo
  1. Situado en el 4210 de Silver Hill Road, justo en las afueras de Washington, el museo es un gigantesco edificio con forma de zigzag que consta de cinco naves interconectadas, cada una de las cuales es más grande que un campo de fútbol. El exterior azul metálico apenas insinúa su extraño interior: un mundo alienígena que contiene una «zona muerta», una «nave húmeda», y más de ciento ochenta mil metros cuadrados de armarios de almacenaje. 
  2. Andros corrió hacia los árboles y cogió un sendero que seguía el borde de un profundo barranco. Abajo, el ruido de una cascada resonaba en el límpido aire invernal. Pasó por delante de un grupo de robles y dobló un recodo hacia la izquierda. Segundos después, el repentino final del sendero hizo que tuviera que detenerse en seco, escapando por poco de la muerte.
  3. Andros miró el arma y retrocedió un paso. La caída que tenía detrás era de al menos quince metros y daba a un río cubierto de hielo. La neblina de la cascada que los rodeaba le había helado hasta los huesos. 
  4. El recuerdo siempre empezaba de la misma manera. Cafa..., se precipitaba de espaldas hacia un río helado que corría por el cauce de un profundo barranco. En lo alto, los crueles ojos grises de Peter Solomon miraban más allá del cañón de la pistola de Andros. Mientras caía, el mundo se iba alejando, todo desaparecía a medida que a él lo iba envolviendo la nube neblinosa formada por la cascada que se derramaba río arriba. Durante un instante todo fue blanco, como el cielo. Entonces impactó contra el hielo. Frío. Negrura. Dolor.
  5.  La mente de Robert Langdon flotaba en un abismo ilimitado. Sinluz, sin sonidos, sin sensaciones. Sólo un vacío infinito y silencioso. Suavidad. Ingravidez. Se había liberado de su cuerpo; ya no sentía ataduras. El mundo físico había dejado de existir. El tiempo, también. Se había convertido en conciencia pura..., en sustancia pensante material, suspendida en el vacío de un vasto universo.
  6. «Están lloviendo estrellas.» Mal'akh levantó la mirada hacia la maravillosa luz blanca y vio una nube de joyas refulgentes que bajaba hacia él cada vez más de prisa, como si quisiera envolverlo cuanto antes en su esplendor. 
  7. «Siento soltarse las ataduras. »Se materializa ante mí un velo ondulante, que nubla y debilita la luz, y oculta al mundo de mi vista. De pronto, el tiempo se acelera y me precipito en un abismo mucho más oscuro de lo que podría haber imaginado. Aquí, en el vacío inhóspito, oigo un murmullo... Percibo una energía que cobra fuerza. Se vuelve cada vez más fuerte, aumenta a un ritmo sorprendente y me rodea. Siniestra y poderosa. Oscura y dominante. «Aquí, no estoy solo. «Éste es mi triunfo, mi gran recepción. Y, sin embargo, por alguna causa, no me embarga la dicha, sino un terror sin límites. «Nada es como esperaba. «La fuerza gira y se arremolina a mi alrededor con potencia arrolladora, amenazando con desgarrarme. Súbitamente y sin previo aviso, la negrura se condensa como una gran bestia prehistórica y se yergue ante mí en toda su inmensa estatura. «Estoy viendo todas las almas oscuras que han existido antes que yo. «Grito con terror infinito mientras la oscuridad me consume entero y me devora.»
Otras descripciones gráficas

  1. A medida que el ascensor se va acercando al observatorio superior, el hueco empieza a estrecharse y sus enormes puntales a contraerse, formando un estrecho túnel vertical.  
  2. La cabina da una sacudida y se balancea hacia un lado de un modo extraño. Los deshilachados cables comienzan a restallar sobre la cabina, golpeándola como si de serpientes se tratara.  
  3. El aire de la amplia mansión estaba cargado con la fragancia de sus tintes para la piel y el humo de las velas de cera de abeja que utilizaba para esterilizar las agujas.  
  4. «La mejor sala de todo Washington», pensó Langdon, recordando una conferencia sobre política que había tenido lugar en el espectacular salón semicircular. Era difícil de olvidar quinientas sillas plegables dispuestas en un arco perfecto, rodeadas por treinta y ocho estatuas de tamaño natural, en una sala que antaño había alojado la original Cámara de Representantes.  
  5. El edificio del Capitolio se yergue regiamente en el extremo oriental del National Mall, sobre una meseta elevada que el diseñador de la ciudad Pierre l'Enfant describió como «un pedestal a la espera de monumento». La gigantesca planta del edificio mide más de doscientos treinta metros de ancho por ciento seis de profundidad. Ocupa más de seis hectáreas de tierra, y contiene la sorprendente cantidad de 541 habitaciones. La arquitectura neoclásica está meticulosamente diseñada para rememorar la grandeza de la antigua Roma, cuyos ideales fueron la inspiración para los fundadores de Norteamérica a la hora de establecer las leyes y la cultura de la nueva república.  
  6. Katherine siguió avanzando por el serpenteante camino de acceso hasta llegar al lugar en el que solía aparcar, al fondo del pequeño estacionamiento de dos niveles.
  7. El centro de visitantes del Capitolio había sido un proyecto costoso y controvertido. Descrito como una ciudad subterránea que no se alejaba demasiado de ciertas partes de Disneylandia, ese espacio subterráneo contaba con más de ciento cincuenta mil metros cuadrados llenos de exposiciones, restaurantes y auditorios. (otros)
  8. Robert Langdon se había quedado inmóvil en la entrada del Salón Estatuario Nacional, contemplando la increíble escena que tenía ante sí. La sala se ajustaba con precisión al recuerdo que tenía de ella: un equilibrado semicírculo construido al estilo de los anfiteatros griegos. Las elegantes arcadas de arenisca y yeso italiano estaban sostenidas por columnas de brecha jaspeada, entre las cuales se encontraba la colección estatuaria de la nación: estatuas en tamaño real de treinta y ocho grandes norteamericanos, de pie y formando un semicírculo en una austera extensión de baldosas de mármol blancas y negras.  
  9. Sus pasos resonaron rítmicamente por el pasillo de cemento que recorría el SMSC como una espina dorsal. Conocido como «la Calle», ese pasillo conectaba las cinco gigantescas naves de almacenaje. A doce metros de altura, un sistema circulatorio de conductos de color naranja latía con la sangre del edificio: era la pulsación de los miles de metros cúbicos de aire filtrado que lo recorrían.  
  10. La nave es demasiado grande para ser caldeada, pero tu laboratorio esuna sala hecha de bloques de hormigón y termalmente aislada, más o menos con forma de cubo, y situada en el rincón más lejano de la nave para que esté lo más separado posible.  
  11. El «Cubo» era una enorme caja sin ventanas. Todos y cada uno de los centímetros de las paredes interiores y el techo estaban cubiertos de una fibra de plomo recubierta de titanio, de ahí que diera la impresión de seruna jaula gigante construida dentro de un recinto de cemento. Unos paneles de plexiglás rugoso separaban el espacio en distintos compartimentos: un laboratorio, una sala de control, una sala mecánica, un cuarto de baño y una pequeña biblioteca de investigación.  
  12. La biblioteca era una pequeña sala de lectura: dos sillas Morris, una mesa de madera, dos lámparas de pie y una estantería de caoba con unos quinientos libros.  
  13. Katherine sintió una creciente inquietud al entrar en el elegante vestíbulo de la casa. De fondo se oía música clásica y olía como si alguien hubiera estado quemando incienso.  
  14. Afortunadamente, en esa cripta en particular no había cadáveres. Lo que contenía eran varias estatuas, una maqueta del Capitolio y una zona de almacenaje más baja en la que guardaban el catafalco de madera sobre el que se colocaban los ataúdes en los funerales de Estado.  
  15. Anderson apretó la mandíbula y los guió en silencio por lo que ahora parecía un híbrido entre unas instalaciones de guardamuebles y un laberinto épico. En casi cada pared había letreros que apuntaban a un lado y a otro, aparentemente para indicar la situación de bloques de oficinas específicas en la red de pasillos. S-142 a S-152..., TS-1 aTS-170..., R-l a R-166 y TR-1 a TR-67...  
  16. La gruesa puerta de madera estaba completamente abierta. La linterna iluminó una estrecha cámara de piedra -de unos tres metros de ancho por unos nueve de profundidad-, que parecía más bien un pasillo hacia la nada. La cámara no contenía más que un par de destartaladas cajas de madera y un arrugado papel de embalaje.  
  17. Esa última puerta tenía exactamente el mismo aspecto que las otras: gruesas bisagras, tirador de hierro, y una placa de cobre con estrías verdes. Los siete caracteres de la placa eran los mismos que había tatuados en la palma de Peter.  SBS XIII  
  18. Como si de un cuarto oscuro fotográfico se tratara, ese espacio estaba envuelto en la neblina rojiza de la «luz de seguridad» que provenía de los estantes e iluminaba desde abajo los contenedores repletos de etanol. El olor clínico de los productos químicos conservantes era nauseabundo.  
  19. El tanque del calamar tenía la apariencia de una serie de cabinas de teléfono de cristal colocadas en horizontal y soldadas unas a otras.  
  20. Robert Langdon se quedó mirando fijamente la abertura del muro trasero de la cámara. Detrás de la lona había un agujero oculto; un cuadrado perfecto había sido vaciado en el muro. La abertura, más o menos de un metro, parecía haber sido hecha retirando unos cuantos ladrillos. Por un momento, en la oscuridad, Langdon creyó que el agujero era una ventana que daba a otra habitación.  
  21. Llegaron al final de la sección iluminada del pasillo, momento en el que éste giraba abruptamente hacia la izquierda. El resto del corredor, allá donde condujera, estaba completamente a oscuras. -Espere un momento -dijo Bellamy, y se metió en un cuarto eléctrico cercano del que salía una maraña de cables alargadores de color naranja.  
  22. A pesar de contener lo que para muchos es «la habitación más bonita del mundo», la biblioteca del Congreso no es conocida tanto por su impresionante esplendor como por su vasta colección de libros. Con más de ciento cincuenta kilómetros de estantes -que en línea recta podrían unir Washington y Boston-, posee el título de la biblioteca más grande del mundo. A pesar de ello, sigue expandiéndose a un ritmo de más de diez mil artículos diarios.  
  23. En el abovedado techo se podían ver los seis paneles dela pintura de John White Alexander titulada La evolución del libro.  
  24. Como siempre, su vista se dirigió primero al encabiado central, del que rayos de arabescos artesonados descendían enroscándose por la cúpula hasta llegar al balcón superior. Rodeando la sala, dieciséis efigies de bronce observaban desde la balaustrada. Por debajo, una serie de arcadas conformaban el balcón inferior. En la planta baja, tres círculos concéntricos de madera pulida rodeaban el enorme y octogonal mostrador de préstamos de madera.  
  25. La biblioteca del Congreso tenía kilómetros y kilómetros de estantes, la mayoría de ellos bajo tierra. Las interminables hileras daban la impresión de ser una especie de ilusión óptica «infinita» creada con espejos.  
  26. Extrañada, se acercó y vio de dónde provenía: una ventana baja, seguramente del sótano. El cristal de la ventana estaba tintado por la parte interior con una pintura opaca. «¿Alguna especie de cuarto oscuro, quizá?» El resplandor azulado que había visto salía por un pequeño punto de la ventana en el que la pintura había saltado.  
  27. Bellamy llegó pronto y Peter le pidió que esperara en su estudio privado. La maravillosa y vieja habitación olía a piel, a leña y a hojas de té.  
  28. Una poderosa fuerza lo condujo a través de una amplia zona pavimentada. Había un extraño olor a tierra que él no era capaz de ubicar. Se oían las pisadas de alguien más, pero quienquiera que fuese aún no había abierto la boca. Se detuvieron ante una puerta y Bellamy oyó un pitido electrónico. La puerta se abrió con un clic. Llevaron a Bellamy de malos modos por varios corredores, y éste no pudo evitar percatarse de que el aire era más cálido y húmedo. « ¿Una piscina climatizada? No.» No olía a cloro..., sino a algo mucho más térreo y primario.  
  29. El espléndido edificio de cristal sólo estaba a unos trescientos metros del Capitolio, y técnicamente formaba parte del complejo del mismo. «¡Yo dirijo este sitio!» Bellamy cayó en la cuenta de que el acceso se lo estaba proporcionando su propia llave electrónica. Unos brazos fuertes lo obligaron a cruzar el umbral y lo guiaron por un familiar sendero serpenteante. El calor pesado y húmedo de ese sitio solía proporcionarle consuelo. Esa noche, en cambio, estaba sudando.  
  30. Existe un refugio en Roma, al norte del Tiber, que alberga diez piedras del monte Sinaí, una del mismísimo cielo y una que tiene el rostro del siniestro padre de Luke.  
  31. La Jungla, tal y como se la conoce, constituye el eje del Jardín Botánico de Washington (USBG) -el museo vivo de América-, situado junto al Capitolio. Estrictamente hablando una selva tropical, la Jungla se integra en un imponente invernadero del que forman parte altísimos cauchos, higuerones y una pasarela elevada para los turistas más osados. Por lo general, Warren Bellamy se sentía reconfortado con los olores a tierra de la Jungla y el sol que se colaba a través de la bruma que generaban los inyectores de vapor instalados en el techo de cristal. Esa noche, sin embargo, iluminada únicamente por la luna, la Jungla se l antojaba aterradora. Sudaba a mares y se retorcía para combatir los calambres que sentía en los brazos, todavía sujetos dolorosamente a la espalda.  
  32. El espacio subterráneo donde Mal'akh cultivaba el Arte estaba ingeniosamente oculto. El sótano de su casa, para quienes entraban en él, tenía un aspecto de lo más normal: el típico sitio con su caldera, su caja de fusibles, su leña y sus trastos. Sin embargo, ese sótano visible no era más que una parte del espacio subterráneo. Una porción considerable había sido aislada para llevar a cabo sus prácticas clandestinas. La zona de trabajo privada de Mal'akh se componía de una serie de pequeñas estancias, cada una de las cuales servía a un propósito concreto. La única entrada era una empinada rampa a la que se accedía secretamente por el salón, con lo cual era prácticamente imposible descubrir dicho espacio.  
  33. La catedral de Washington es la sexta más grande del mundo y su altura supera la de un rascacielos de treinta pisos. Ornada con más de doscientas vidrieras, un carillón de cincuenta y tres campanas y un órgano con 10.647 tubos, esta obra maestra gótica puede acoger a más de tres mil fieles.  
  34. La cocina del sótano tenía un aire industrial: montones de acero inoxidable y grandes recipientes, a todas luces, diseñada para cocinar para grandes grupos. Carecía de ventanas. Katherine cerró la puerta y encendió las luces. Los extractores se pusieron en marcha automáticamente.  
  35. Justo encima de ella una extraña secuencia de luces pasaba del rojo púrpura al carmesí subido, iluminando el bajo techo de la estancia. Cuando reparó en este último, no pudo por menos de clavar la vista en él: cada centímetro del techo estaba cubierto de dibujos. El alucinante collage parecía representar la bóveda celeste: estrellas, planetas y constelaciones convivían con símbolos astrológicos, mapas y fórmulas. Había flechas que predecían órbitas elípticas, símbolos geométricos que indicaban ángulos de ascensión y criaturas zodiacales que la miraban. Era como si hubiesen soltado a un científico loco en la capilla Sixtina. Katherine volvió la cabeza para no tener que ver aquello, pero la pared que tenía a su izquierda no era mucho mejor. Una serie de velas en candeleros de pie medievales derramaban una luz titilante sobre una pared oculta por completo bajo textos, fotos y dibujos. Algunas de las páginas parecían papiros o vitelas arrancados de libros antiguos, mientras que otras, a todas luces, eran de volúmenes más recientes. Y, entremedio, fotografías, dibujos, mapas y diagramas. Todo ello daba la impresión de haber sido pegado con minuciosidad.  
  36. La cámara mostraba una panorámica de un dormitorio modesto, donde había una cama deshecha, varios frascos de medicinas, un respirador y un monitor cardíaco.  
  37. Se dio cuenta de que la mesa de piedra donde se apoyaban estaba cubierta de manchas antiguas de sangre, y que la pared de la derecha estaba totalmente empapelada con textos, fotografías, dibujos, y mapas, todo ello conectado con una gigantesca red de líneas.  

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